El es pequeño, tierno e inocente, de movimientos lentos pero bien coordinados; se me acerca como frecuentemente lo hace, con la mirada desviada y misteriosa y me pregunta algo que me turba en un instante. El juega, corre, grita y hace lo que casi todos los niños hacen.
Después del juego se me acerca como para cambiar la rutina y descansar y, me ve sentado, tranquilo y casi en babia; supongo que en ese momento le pasa por su mente los gustos que él tiene y los que yo tengo; en fin, funciona lo humano, la comparación, la lógica menuda y las preguntas infantiles, que muchas veces son mas abismales que las adultas.
¿Qué es lo que mas te gusta hacer?, -pregunta él y con eso explota su curiosidad; después de un instante de tener la mente en blanco me vino algo espontáneo, quiero decir, no calculado y comencé a responderle, aunque en parte y no del todo. Me gusta ver los árboles, las flores, los ríos, los paisajes, la gente cuando camina, los niños jugando y los pájaros cuando van de un lado a otro y últimamente, también me gusta ver lo que hacen los perros en la calle. La expresión de su cara con mi respuesta, no se si fue de desconcierto, de asombro o de frustración.
¿Qué mas podía decirle en un instante pequeño de tiempo?; quizás pude haberle dicho cosas mas interesantes pero no me arrepiento de no haberle contado lo que realmente pensaba y me gustaba. Nunca olvide aquel momento.
El tiempo fue pasando y un buen día, como encantado, se repitieron de nuevo todas aquellas instancias, como por duplicado, pero con los protagonistas cambiados en edad; yo estaba madurado en algunas arrugas y él ya era un joven adulto o un adulto joven.
La inteligencia y la razón habían dejado atrás la estela de la candidez infantil y como por acción de magia, de nuevo me pregunto: ¿Qué es lo que mas te gusta hacer?; como aquella vez, se me nublo la mente por un instante y le respondí sin meditar nada: desde hace un buen tiempo y hasta ahora me apasiona y me gusta recrearme con un extravagante y estrambótico gusto;
-¿Extravagante?, dijo él
Si, extravagante por no ser corriente y de normal ocurrencia en la gente; me apasiona observar los defectos de la gente tales como la envidia, la vanidad, la lujuria y sobre todo la ambición;
-No lo puedo creer!!, -exclamo él- me parece escabroso y hasta morboso.
Le explique que sentía una inmensa curiosidad en descubrir por que las personas aparentaban ser felices con cosas superfluas, y al mismo tiempo ser inmensamente insatisfechos y tristes de alma.
-La gente lleva su vida y sus actividades, cada quien a su gusto y estilo, me dijo.
-Te comprendo- le dije
La conversión terminaba y solo pude decirle que no entendía como algo tan sencillo como es estar en paz y feliz necesitaba de recursos infinitos y, para colmo que nunca se alcanzan ni satisfacen.
Para mi, eso es algo tremebundamente llamativo; luego él añadió que le asombraba mucho el porque yo me asombraba tanto por algo tan vano y en ese momento no supe que decirle.
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