sábado, 25 de abril de 2009

HIPOCRESíA

PARTE I

La hipocresía y la mentira son los sustentos y mascaras de la inmoralidad.
¿Qué es la inmoralidad?, muy simple: es lo contrario de esa moral que intenta inculcarnos nuestra cultura. En la vida real y practica, todos tenemos una propensión a hacer lo contrario de lo que dicen las normas morales y cuando digo normas morales me refiero a todas las existentes en todos los campos: religiosas, políticas, comerciales, las del estado, la cultura local; cada área establece sus propias normas morales.
La hipocresía es una consecuencia de la inmoralidad generalizada y practicada por todos. Creo que la ética, a pesar de lo atrayente e interesante que es, tiene poca sustentación. El ego es el causante de las dificultades y complicaciones tan enormes que tiene la ética y de su relatividad tan inmensa. Defino el ego como el conocimiento que poseemos y que se transforma en prejuicios, trasfondos y condicionamientos es, entonces, la carga de conocimiento psicológico (exceptuando el conocimiento funcional que es aquel que me permite conducir un coche, por ejemplo).
El ser humano no nace ni bueno ni malo y, una vez nacido y adulto tampoco es ni bueno ni malo sino mas bien es una criatura provista de confusiones y contradicciones originadas por el ego; toda la actuación humana está fundamentada en este simple hecho; si realmente comprendiésemos eso (sintiéndolo en lo más profundo de nuestras fibras del alma), cambiaríamos radicalmente. ¿Tiene explicación la envidia y la vanidad fuera de lo que es el ego?.
El poder del dinero ha desvirtuado y sustituido todos los patrones morales y apreciaciones (forma de ver y entender el mundo) humanas; es el nuevo Dios al cual se adora y se debe adorar (muy por encima del Dios del templo). Si soy fea pero millonaria la gente me verá como llamativa y de interesante belleza; si me falta una pierna y soy millonaria la gente dirá de mi: que lisiadita tan hermosa; si tengo que pagar una fianza por una fechoría que he cometido pero soy millonaria, el pago de mi fianza será del uno por millón de mi patrimonio y estaré en libertad (no afectará en nada mi patrimonio); para el que no tiene dinero su fianza será del 40 % de su patrimonio, por tanto, irá a la cárcel (su patrimonio se verá gravemente afectado); esta es la razón por la cual los corruptos roban tanto: para poder pagar las fianzas y el lema es: los millonarios no pisan la cárcel. El millonario puede darse el lujo de dar clases de moral y ética y la gente le escuchará con atención, calladamente; nadie le discute pues el dinero da la capacidad de opinar con “propiedad” y silenciar a la gente; debo aclarar, que no adverso a los millonarios, sino que más bien estoy definiendo el poder y cualidades del dinero en sí mismo. Las personas adoran el dinero por el poder y seguridad (aparente) que da; ese es el nacimiento de la hipocresía e inmoralidad.
En esta época moderna el que es muy honesto no tiene muchas posibilidades de éxito y por tanto de sobrevivencia; es menester, entonces, que en mayor o menor grado uno deba utilizar argucias no muy morales para sobrevivir (o llevar una vida holgada).
El dinero proporciona muchos beneficios: vida cómoda, derroche de vanidad y reconocimiento público y, es por eso que la gente desea el dinero con vehemencia; también, visto desde el punto de vista negativo: a nadie le gusta ser pobretón, pasar penurias, ser mal visto y rechazado por la sociedad, y además tener todas las limitaciones a los placeres de la vida.
La sociedad tiene toda una normativa moral que la gente desea seguir o aparenta seguir por conveniencia, para ser respetado y no ser excluido; es prácticamente un juego (muy complicado) con guiones a seguir. El resultado final a toda esta contradicción, es la hipocresía.
Si una persona profesa valores morales propios en público (público es, por lo menos, una persona) pero a hurtadillas (de manera soterrada o furtiva) sus acciones morales son contrarias a lo que él promulga, esa persona es mentirosa e hipócrita porque alardea y presume de cualidades morales que no posee, por tanto es inmoral. Esta conducta está ampliamente ejecutada por todos, tanto por la gente corriente como por los personajes públicos (artistas, cantantes, gobernantes, empresarios, comunicadores).
La inmoralidad por sí misma no existe, lo que existe es la inexistencia de la moral. Dicho de otra forma: la moral es un ideal que se halla muy lejos en el futuro y que deseamos alcanzar; es una meta que queremos alcanzar. La inmoralidad es lo opuesto a ese ideal y es lo que realmente somos, porque existe permanentemente en nuestro presente.
La tesis fundamental que quiero sostener es que la inmoralidad (o carencia del ideal moral) existe y es propia para aquel que concibe y crea la norma moral y al mismo tiempo la viola; corolario: aquellos que son ajenos a la creación de la norma y no la cumplen, no son inmorales (mientras no se violen los principios naturales de los derechos humanos y ambientales) debido a que ellos son ajenos a la creación de la norma moral.
La norma moral tiene muchas fuentes: judicial, religioso, del estado, económico, bancario, fiscal, mediático, costumbrista y hasta familiar.
Durante unos cuantos años me he dedicado a la tarea de analizar la validez de todo ese código moral y deseo saber con mucha fuerza si lo que me han inculcado desde niña es válido desde el punto de vista del derecho natural o son simples manipulaciones a los intereses del ego de cada quien. Para mí el concepto derecho natural puede ser simplificado como el no hacer daño ni perjudicar al prójimo ni al medio ambiente (los intereses del ego de cada quien se encargaran de complicar y destruir esta simplificación).

En la segunda y próxima parte de esta entrada presentaré unos cuantos casos sobre la hipocresía a todos los niveles y ámbitos (la parte más interesante).