sábado, 24 de octubre de 2015

¿QUE MUEVE AL MUNDO?

Lo que mueve al mundo es el terrible sentimiento y sensación angustiante de no ser nada ni nadie; es una agobiante necesidad de decir aquí estoy yo, mírenme, admírenme, soy bueno, yo existo, yo soy diferente, yo soy el importante, aquí estoy yo y el resto allá fuera de mi,  soy capaz de hacer lo que sea para ser reconocido y aplaudido; por supuesto que el miedo y el placer están embutidos dentro de ese ego que desea ser y llegar a ser, de no ser y de no llegar a ser; deseo el placer y no deseo el sufrimiento.

Todo esto es el ego que no es más que un amasijo de pensamientos divididos; estoy analizando algo y mis pensamientos se dividen en dos partes: el yo que analiza y lo analizado; sin embargo, ambos son pensamientos; por ejemplo: yo estoy pensando en filosofía; en este caso, un grupo de pensamientos forma un núcleo principal que es la identificación del individuo o el yo y otro grupo de pensamientos forma otro núcleo que es pensar en filosofía; en este ejemplo, el yo o la identificación de lo que uno cree ser, analiza el tema de la filosofía y el resultado final es una fragmentación o división de la mente: el yo por un lado (el individuo) y lo analizado por el individuo: la realidad es que todos son pensamientos. Al fin y al cabo todos son pensamientos divididos en el pensador y lo pensado. Otro ejemplo, yo amo a dios; en este caso un núcleo que es el yo dice amar a dios pero este dios no son más que símbolos e imágenes (pensamientos) creados por la mente; yo he creado a dios en mi mente (que exista o no Dios es otro asunto aparte).

Cuando comparo, los pensamientos también se dividen; el yo necesita constantemente comparar;  yo soy mejor que aquel, aquel tiene más dinero que yo, yo tengo más dinero  o poder que aquel, yo soy menos guapa que aquella; todas las comparaciones implican el yo que compara y la cosa comparada y todos ellos son pensamientos; la comparación es pensamiento puro. Por supuesto, trae sus consecuencias psicológicas: complejos, baja auto estima, soberbia, vanidad, envidia etc.
Nos llamamos individuos, que significa etimológicamente indivisibles pero la realidad es todo lo contrario: somos entes muy divididos.

El ego nos hace sentir diferentes a los demás; por arriba o por debajo, para bien o para mal; ese ego es una inmensidad de pensamientos que nos caracterizan e identifican y nos separan del entorno que nos rodea. Pienso que el ego es como un caleidoscopio de infinitos pensamientos.
Si no tuviésemos pensamientos no podríamos compararnos, ni sentirnos conscientes de ser un individuo diferente a los demás; esto debe entenderse como: yo no soy aquel, yo soy yo. Los animales no tienen capacidad de compararse (psicológicamente) excepto en lo que corresponde a la supervivencia de manera instintiva y sin pensamientos.

El yo necesita tener y poseer para llegar a ser; aunque sean nimiedades; necesito comprar lo que sea, poco o mucho. Necesito diferenciarme de los demás en algunas ocasiones con algo especial pero sobre todo, debo tener lo que la gran mayoría tiene (o mejor); mi yo quiere pertenecer al grupo que se considera esta al día para no ser excluida; me gusta pertenecer a la religión que sea de la mayoría y sea la más poderosa o la que sea “snob”, aunque sea minoría.

La sociedad de consumo va demasiado deprisa; hoy hay esto, mañana ya está obsoleto y por supuesto, debo estar al día; los fabricantes lo saben y por eso crean necesidades y se esfuerzan en la innovación. Las necesidades primarias están más que cubiertas pero las necesidades de la vanidad, envidia y ambición jamás se colman. Las consecuencias de todo esto sobre el ambiente y la naturaleza, son catastróficas y lo estamos viendo y viviendo actualmente; el futuro no es muy prometedor.

Estas pulsiones son las que mueven la actividad del mundo. Tanto las pulsiones de los que tienen poco como la de los que tienen mucho.

Como sabiamente dijo Mahatma Gandhi:

«En la tierra hay suficiente para satisfacer las necesidades de todos, pero no tanto como para satisfacer la codicia de algunos»

Se podría decir sin temor a exagerar que la energía que mantiene la actividad del mundo es de tipo psicológico pues se trata del movimiento inquieto del ego. Vemos entonces como una energía puramente psicológica mental se transforma en energía y trabajo físico tangible.

“Todo lo que somos es el resultado de lo que hemos pensado; está fundado en nuestros pensamientos y está hecho de nuestros pensamientos”.

Buda



domingo, 11 de octubre de 2015

LA INDIFERENCIA DE LA MASA


Están amasando a la masa, siempre la amasaron y la amasaran.
Ella se deja amasar fácil y dócilmente; es muy manejable y la
buena manipulación le da la forma deseada.

No se opone ni se endurece y siempre adquiere la forma que le
dan las mágicas manos que la moldean.
Ella por si misma es amorfa y no tiene personalidad; tan amorfa
que la llevan al suelo y todavía se aplana y aplasta sin resistirse.

Es tan manipulable que por si misma nada hace; no se organiza
ni es capaz de decirle a las incansables manos: ya basta!
Por eso, la masa siempre será amasada; por su conformismo y
flacidez de acción.

Las manos siempre harán con ella lo que les venga en gana;
la podrán golpear, torcer, apretar, seccionar, tirar contra el
piso y aplastarla hasta la delgadez.
Las manos hábiles saben mucho acerca de la masa y por eso se
aprovechan a perfección de ella.

Ella es muy útil y necesaria para las hábiles y diestras manos
por eso siempre será utilizada y amasada.
Lo mejor que le que puede suceder a las hábiles y manipuladoras manos
es la indiferencia de la masa.

De pronto y por sorpresa aparece en el escenario un amasador mucho más hábil con la masa que los demás y, todos quedan atónitos por sus promesas de destreza, pero al cabo de un tiempo llega la catástrofe y todos quedan muy desesperanzados y frustrados: sus promesas se esfumaron y la masa quedo deshecha y revuelta en un mega desastre.