martes, 2 de diciembre de 2008

Disgustada con la ciudad

Me moleste con el mundo, mejor dicho, con la ciudad donde vivo; soy capaz de echarle la culpa a todas las cosas que ella tiene, a sus edificios, a sus feas calles al tremebundo tráfico; no me importa si todas sus partes tienen o no la culpa. Lo siento, todo paga por ello porque es la mezcla de los recuerdos buenos y malos; de excrementos y delicados perfumes pasajeros, que tengo en mi cabeza. Si, estoy molesto y me aparto de ella como se apartan las manos de la brasa hiriente.
Ella me acorrala y acosa y ahora solo quiero verla de lejos, desde arriba, desde esta sosegada colina que emana soledad; la miro con desprecio, rencor y resentimiento.
Por allá van apresurados los lascivos ofensores, orgullosos con sus alocadas marchas.
Agresivos habitantes que deambulan en el lacerante caño de sus calles como pirañas hambrientas. Se lanzan prestos contra los más débiles utilizando las afiladas artimañas y artilugios.
La voluntad se desliza hábilmente por las calles y recónditos lugares y aunque la muchedumbre es aplastante, la soledad penetra entre sus almas angustiadas, como las sanguijuelas hambrientas hacia la sangre.
Todos van cargados dentro de si con el lodo burbujeante y fétido de sus ansiosas preocupaciones; de cada problema aflora una irascible reacción hostil o una hipócrita amabilidad que disfrazan a sus puntiagudas garras, listas para clavarlas en sus desprevenidas presas.
¿Cuánto tiempo puedo estar por aquí, apartado, en esta estimulante soledad tranquila?, no lo se, pero tarde o temprano tendré que bajar si quiero sobrevivir; el mundo esta diseñado así. Estoy condenado a no poder escapar de esa lucha sin fin que tanto los estimula a todos.
Algo me aclaro la mente, de repente, y comprendo lo que significa la fatalidad y la agonía de vivir; todo lo comprendo por ver todo desde aquí, desde lo apacible; me doy cuenta de la extraña relación que hay entre la futilidad por vivir y la languidez del alma atormentada. Me viene a la mente la imagen de las cabras. ¿Qué las impulsa a desafiar el escalofriante y mortífero abismo?.
La respuesta pasó por mi mente cual estrella fugaz repentina, dentro de mi oscuro cielo mental: lo que motiva y le da vida al espíritu son quimeras que solo soportan la levedad; y así muchos viven y pasan su estadía por el mundo, viviendo de quimeras.

El portentoso y admirado señor

Esta historia personal que os contare me impresiono mucho, dada la magnificencia del personaje en cuestión.
Lo observe detenidamente muchas veces aunque nunca le conocí personalmente.
Él era de caminar elegante, lujoso y, llamativo en el vestir; de ademanes refinados y bien calculados; su hablar era comedido y aleccionador; de hablar más bien lento, parecía que calculaba y media muy bien lo que decía; sus palabras contenían siempre un alto contenido del ingrediente moral y ético. Su comportamiento era impecable y su actitud hacia la sociedad como la del buen padre que da magníficos consejos a sus hijos. Era un verdadero dechado de virtuosismo.
La gente le admiraba y, mal que bien le seguían los pasos.
En sus discursos públicos asentaba las bases de la ponderación y la conciliación entre partes dispares; por eso, siempre le llamaban en los actos públicos de importancia donde se requería su apoyo reconciliador para provocar, la deseada unión.
Todos prestaban atención cuando hablaba pues desbordaba respeto y admiración.
Era un verdadero ídolo pero no como los ídolos deportistas sino del ídolo del buen camino a seguir.
Dentro de mi mente, todo iba en este sentido de emular el correcto vivir; pero un buen día entro dentro de mí una gran desilusión por culpa de un detalle que descubrí y por ello me hice una portentosa reflexión.
¿Cómo seria realmente él sin su coraza del comportamiento público?
Averigüe que hablaba con las oscuras fuerzas del dinero y se entendía con ellas muy bien; lo de oscuro es simplemente por lo in entendible de los arreglos, por nada mas. De las evidencias no manifiestas nace el buen inferir.
Esas fuerzas no andan con muchos rodeos ni vacilaciones; son capaces de representar cualquier papel pero con estilo de desparpajo; al final, muchos interesados le seguirán como los roedores de Hamelin.
Él se reunía con esas fuerzas con gran disimulo aunque había plena justificación, para él; el iba directo a sus intereses y hacia ver lo necesario de los acercamientos y de la buena relación por el bien de todos.
La desilusión carcomía las aporreadas fibras de mi alma pero ví la indigesta realidad, la que muchos no quisieron ver.
Con el tiempo comprendí que no debía sentir tal desilusión pues la vida es como es y lo mío era pura ilusión. No debo negar que a partir de ahí nacieron en mi poderosas reflexiones.
¿Cuál es el verdadero orden de prioridad e importancia entre Dios, los principios, la dignidad, las virtudes, las buenas costumbres y el amor por el dinero?
¿Existe el verdadero orgullo de poseer virtudes?; quizás nunca existió el orgullo en algunos porque nunca tuvieron virtudes; de seguro este detalle es el que da libertad para actuar como tal.
Cuando el gran personaje falla por flaquez todo esta perdido. ¿Perdido para quien?, me preguntaría él; yo he ganado y tu has perdido, volvería a responder él. ¿Qué podría responderle yo?.
A estas alturas creo ver con claridad cual es el orden de prioridad e importancia real; el orden fingido que mas da, si al fin y al cabo no es verdadero ni real; es una simple excusa para lograr.
Veo que el dinero es más fuerte e importante que Dios y todas las virtudes juntas. ¿Quién se atreve a dudar de esto, cuando en muchos se sostiene así?
No hay dignidad que soporte la fuerza del dinero; todo se doblega; pero, pensándolo bien corrijo: por eso no hay dignidad, para poder obrar con entera libertad y sin remordimientos que mascar.
Para los que quieran acercarse a la virtud:
El espejo no brilla por pulir sobre lo sucio sino eliminando lo sucio que sobre él esta.