La
desigualdad entre los seres humanos produce efectos devastadores en nuestro
mundo y que no se toman en cuenta porque simplemente nadie se da cuenta. Nadie
se da cuenta por la simple razón que
desde que somos muy niños vivimos en ese ambiente y esa es la realidad natural
para nosotros con la cual vivimos desde que nacimos; quizás no asombrarnos es
lo normal.
El
motor de la actividad humana es la desigualdad y cada uno de nosotros sin
darnos cuenta la promovemos cada día de nuestras vidas y trabajamos
fervorosamente para acrecentarla. La sociedad nos da mensajes desde que somos
muy jóvenes: debes ser el mejor, debes prepararte al máximo, debes esforzarte
mucho para superar a tu prójimo, debes luchar para conseguir mejores puestos de
trabajo y no dejar que te los quite tu vecino
La
desigualdad tiene dos puntos polares y opuestos: queremos y deseamos
distinguirnos y diferenciarnos de los demás en lo “bueno” y no deseamos
destacarnos ni diferenciarnos de los demás en lo “malo”; los calificativos van
en comillas para hacer notar que no son las palabras más idóneas; lo bueno
incluye: tener cosas exclusivas y hermosas que poca gente tiene tales como ropa
fina, coches hermosos, viviendas, embarcaciones, mucho dinero, joyas y lo que
sea; claro está, cada quien lo hace a su medida según sus posibilidades
económicas pero en el fondo básicamente todos tenemos esa propensión; en lo
bueno también se incluye el poder, las capacidades intelectuales, artísticas y deportivas. Lo malo incluye
aspectos que nadie quiere tener porque seriamos rechazados, criticados, odiados
y excluidos; se pueden incluir la carencia de cualidades morales y éticas,
manifestación de vicios tremebundos, manera de pensar radicalmente distinta a
la tradición y a las mayorías (costumbres, religión). Sin embargo, la
desigualdad en lo bueno es la que marca la diferencia y es la principal fuente
de la actividad y desgaste de energía humana; cabe destacar que hay individuos
que quieren diferenciarse, ser únicos y exclusivos haciendo el mal y propagando
violencia; ¿para que?, para que todos se fijen en ellos, destacarse y llamar la
atención (todos sabemos quienes están en ese grupo). El sentido de la comparación es la clave en todo este asunto; cuando
uno se compara, comienzan los problemas.
Las
consecuencias de la desigualdad o los deseos de generarla han marcado a la
humanidad y son la esencia de la historia, de las guerras, son la fuente de la
actividad humana y la base de la economía y el comercio. Los colegios,
universidades y otras fuentes de enseñanza son en esencia escuelas de la
formación de desigualdad, tal y como está planteado modernamente.
La
desigualdad es la consecuencia de un ingrediente psicológico exclusivamente
humano y único en el cosmos: la envidia y
la vanidad, que son las dos caras de la misma moneda (solo la padecen los seres humanos por ser la única criatura que posee pensamiento). Prácticamente no hay
seres humanos que sufran su carencia; la hija y brazo ejecutor de la envidia
y vanidad es la ambición; el despliegue
y proyección de ésta es la energía que utilizan los humanos para lograr sus
metas. Cuando la vanidad no puede ser satisfecha, sobre todo desde tempranas edades, se produce uno de los mas terribles complejos causante de las peores tragedias sociales cuyas consecuencias son inimaginables por los daños que causa
Gran parte del gasto energético es causado por la envidia y vanidad; para mover un coche lujoso, un avión o un bote de avanzada se requiere de energía; para producir objetos lujosos o simplemente vistosos se necesita mucha energía. Para construir una urbanización lujosa con extravagantes viviendas se requiere de un gran consumo de energía y recursos naturales.
Gran parte del gasto energético es causado por la envidia y vanidad; para mover un coche lujoso, un avión o un bote de avanzada se requiere de energía; para producir objetos lujosos o simplemente vistosos se necesita mucha energía. Para construir una urbanización lujosa con extravagantes viviendas se requiere de un gran consumo de energía y recursos naturales.
La
utilización irracional (el ser humano pocas veces es racional en su mas autentica definición), aunque si es
inteligente) de recursos naturales, cuyas consecuencias son irreparables,
también es debida a la envidia y vanidad.
Sin
la ambición, la diferenciación de clases sociales estaría reducida a un mínimo
prácticamente irrelevante; la razón de esto es que todos los recursos (dinero,
recursos energéticos, fuerza de trabajo humano) estarían destinados para lograr
la igualdad entre humanos y la armonía con la naturaleza. Estos son los
verdaderos temas que deberían ocupar el pensamiento humano.
El
consumismo desenfrenado y alocado produce hiperproducción que es destructiva desde todo punto de vista
y agota a la naturaleza de manera irreversible; evidentemente todos estos
razonamientos no serán del agrado de las grandes transnacionales, quienes
manejan a la masa social a su antojo con técnicas muy refinadas y sofisticadas
apoyadas totalmente en la tecnología (medios de comunicación, innovaciones que
incentivan el consumo etc)
Es
inexplicable como se hacen congresos internacionales sobre el medio ambiente,
calentamiento global y desaparición de especies de la fauna y al mismo tiempo
no se toma en cuenta ni se cuestiona el consumismo
desbocado que es producto simplemente de la vanidad y la envidia; hay un
consumismo necesario y justificado que es la compra de lo esencial para vivir
decentemente. De igual manera actúan casi todas las organizaciones pro ambiente
y fauna; quizás las organizaciones más sorprendentes y contradictorias sean
aquellas cuyos lemas incluyen acabar con la pobreza y el hambre (la
superproducción bota alimentos para que suban de precio y no los regala a
países necesitados) y jamás se dedican a combatir el consumismo irracional.
Todo
el teatro que tiene gran parte de la humanidad con estos temas está sustentado
en el gran pilar de la hipocresía que
no es más que aparentar y decir algo contrario a lo que se es, se hace o se
dice.
Grandes
personajes de relevancia internacional incluyen en sus discursos la misma
retórica del hambre y la destrucción del medio ambiente pero todos ellos poseen
grandes cantidades de dinero y lujos (de manera escondida, claro está).
Todo
esto es la envidia, vanidad, ambición y la hipocresía: los grandes motores de
la actividad humana.