Para llegar o lograr una meta son necesarios los medios.
Esto implica, esencialmente que la meta
es más importante que los medios, por lo menos en teoría. Los medios son
instrumentos para lograr un buen fin.
Pero, ¿Qué es un buen fin?
Es aquí donde entramos en un relativismo abismal. Aquí
interviene la buena fe, la moral, la costumbre, la cultura, la ideología, la
religión y en general todo posicionamiento del condicionamiento mental humano. Muy
pocas personas en el mundo pueden ver la verdad sin estar condicionados.
Si yo soy un buen padre de familia, mi meta es procurar a
culminar los estudios de mis hijos, proveerles de buena alimentación y de
buenas condiciones sanitarias, además de vestirles, darles vivienda adecuada y
todo hasta donde se pueda mediante los medios que estén a mi alcance: el trabajo.
Si yo soy un guerrillero y estoy convencido de mi ideología,
los medios para lograr mi meta ideológica podrán ser el asesinato, la
violencia, el caos y la destrucción. El guerrillero está convencido que la
verdad es suya y que la razón está de su parte; el remordimiento no existe y
solo hay la satisfacción de los medios ejercidos.
Si yo soy un político llamado socialista, popular o lo que
sea, mi meta o fin ficticio es ayudar al pueblo pero mi meta verdadera es velar
por los intereses de los grupos económicos poderosos, en especial la banca; si
yo los ayudo a ellos, me estoy procurando ingentes beneficios para mi. Seamos
claros, ellos están en el poder por la imposición de los poderosos (no por la
voluntad popular). Los poderosos los van cultivando durante muchos años.
Como buenos políticos, ellos utilizan como medio para sus
fines al consabido pueblo al cual lo marean e hipnotizan con hermosos discursos
llenos de esperanza y promesas (que nunca cumplen). El pueblo siempre cree en
ellos y ellos los apoyan para llegar al poder, en el sistema llamado “democrático”.
La parte realmente importante es la financiera. Para llegar al poder es necesaria
la ayuda económica, que proviene precisamente de esos grupos, incluyendo la
banca.
Detalle curioso: el pueblo o colectivo siempre es maniqueista
y no entiende de selecciones o soluciones intermedias a conveniencia: o es el
popular o es el socialista.
El resultado final de este pequeño planteamiento es que los políticos
imponen sus delegados en las cajas de ahorro, estas dan créditos inmobiliarios
a constructoras y promotoras sin solidez financiera; colocan dineros de fondos públicos
y de personas comunes en inversiones muy riesgosas en otros países; cuando la
solvencia se desmorona, entra la crisis. Este es el momento en el cual se
definen claramente la meta, el fin y los medios; todo queda al descubierto,
flotando sobre un mar de malestar, descontento, frustración e ira.
Para los políticos el fin es la banca y los medios son el
sacrificio de la sociedad de clase media y baja.
Los políticos realmente honestos deberían de dejarse de
nombramientos en lugares financieros (cajas de ahorro) y su verdadera labor debería
ser vigilar a los organismos y entes auditores y calificadores; pero, ¿quién
califica al calificador?, ¿quién audita al auditor?. En estos momentos no hay quien vigile nada de
manera útil para el colectivo; esto es como poner a un lobo a cuidar ovejas.
Lamentablemente, los políticos son marionetas de los poderosos y utilizan como
medio para sus fines, al pueblo.
Los políticos que ayudan a la banca antes que al pueblo, en
sus necesidades esenciales, son simplemente villanos.