sábado, 30 de abril de 2011

HOJAS VACIAS

La mirada se resbala sobre el papel plagado de palabras secas, como las hojas del otoño frío; embelesado y con los ojos acuosos, borbotones de sentimientos afloran de la tierra del alma angustiada.

Palabras vacías recubiertas de encanto y sabor, dan emoción y ganas de vida; ¿vida y emociones vacías?; igual que el agua pútrida con que se riega el huerto, la marchites prospera.

Hay que reconocer la asombrosa energía que prodiga lo viejo y mustio en algunas almas adoloridas; energía que también poseen los destructivos huracanes y sismos.

Lecturas y palabras vacuas motivan al alma que agoniza dentro del cuerpo pleno de energía; es como la muerte en vida, de aquel que deambula ilusionado por el desierto plagado de espejismos.
Que lejos están los oasis en la mente ilusa y perdida.

La nostalgia y melancolía son crueles compañeros al igual que las emociones baldías.
Lo sagrado! Lo sagrado!, palabra mágica que enciende pasiones y prende rencillas.
Muletas, apoyos y sostenes son requeridos para proseguir la vida del débil y enclenque de espíritu.

Lo feo nace de lo bello.
Y la violencia nace de las emociones contaminadas y confundidas al igual que el veneno de la colorida y hermosa serpiente; lo hermoso no justifica el caos como tampoco las bellas palabras vacías.

Afanosos empecinados enredan las palabras con la realidad y lo vacuo con la vida y así transcurren con sus penosas existencias; la confusión y el caos se esparcen como pelusas que lleva el viento; pero lo que se lleva el viento, algún día sedimenta y germina.

Lo sagrado no esta plasmado en las hojas mustias sino en la actitud pura con que se mira, se escucha y medita.
Lo sagrado esta en un instante de vida que abandona al embarrado recuerdo nostálgico. Un instante vacío parecido al absoluto olvido.

¿Quién podría atreverse a demostrar que la palabra vacía es más importante que la vida en paz y tranquila?

viernes, 22 de abril de 2011

LIBERTAD Y CREENCIAS

La verdad os hará libres la mentira, creyentes.

Muchas personas creen ser libres pero son esclavas; no de la modalidad del pasado teniendo amo, grilletes o confinado a trabajar por nada (aunque hoy en día se trabaja por casi nada). La esclavitud actual se basa en aceptar un voluminoso paquete de mentiras para lo cual nos han preparado y nosotros hemos aceptado.
Algunos podrán decir: a mí no me importa ser creyente y no ser libre, qué más da. Realmente no es importante, es verdad; lo que sí es profundamente importante es estar liberado y ser libre de las ataduras a que nos someten las creencias; y es que en ese nuevo estado se produce un cambio psicológico radical que extirpa de nuestro ser muchas aflicciones, sufrimientos y angustias de la vida cotidiana; es decir, vivir esclavizado no es importante pero liberarse, si lo es.
¿Quién nos miente y por qué le creemos?
Nos mienten desde que somos niños y quienes nos mienten no están conscientes que lo están haciendo, porque a ellos a su vez les han mentido. Esto nos lleva indefectiblemente a concluir que la cultura en la que vivimos está plagada de falsedades.
Estamos obligados a creer porque nos da seguridad y nos hace pertenecer a un grupo grande del cual estamos seguros y orgullosos como por ejemplo el grupo de nuestra religión; la creencia nos da comodidad debido a que no gastamos energías en observar y reflexionar (ley del mínimo esfuerzo psicológico). Los libros religiosos de todas las religiones tienen un alto contenido de contradicciones y son una traición a la razón; sin embargo, la esperanza es una fuerza motivadora extremadamente grande.
Muchas veces creemos ciegamente de manera maniqueista: derecha o izquierda, negro o blanco sin posibilidades de tonos grises.
El sistema nos miente y nos hace creer innumerables principios que debemos seguir por las buenas o por las malas.
El estado a través de sus burócratas nos obliga a creer y cumplir infinidad de preceptos sin lógica humana y sin justicia natural.
Los políticos nos mienten muchas veces pero nosotros les seguimos fielmente hasta ser devotos creyentes de su palabra de manera autómata.
Nuestra vida se asemeja a estar metidos en un tren del cual no podemos bajar y cuando se nos presenta la oportunidad de bajarnos en una parada, no lo hacemos.