domingo, 1 de noviembre de 2015

LUCIFER

Se debe organizar a la gente, hay que estudiar desde muy joven, tener disciplina; hay que especializarse y dominar la tecnología; la clave es el progreso, y si hay progreso, hay bienestar, todo va bien y todos avanzan hacia delante; hay que tecnificarlo todo y hacerlo todo mas eficiente, debemos sacarle provecho al tiempo y de nuevo estudiar mucho para lograr al fin el mundo que tanto deseamos, el mundo que algunos lo llaman el caos; pero eso es mentira y no importa, sin ese mundo no se si puedo vivir; lo necesito apasionadamente como necesita el agua el sediento agonizante del desierto sofocante de calor.
 
Necesito este mundo zozobrante y peligroso porque es mi poderosa droga para desear cosas que quiero y anhelo; deseo distracción y cosas hermosas entre mis manos; deseo consumir lo último; amo profundamente a este caótico y desordenado mundo que me inspira al placer indescriptible de tener; y sobre todo, porque me da mi cuota de dominio sobre los demás, cuando lo logro.
 
¿Que sería de mí en un mundo tranquilo y en paz, sin trabajo compulsivo y poco que trajinar?; podría morir en vida y de aburrimiento agonizaría en vida perezosa y vegetal.
 
Hay que organizarse y disciplinarse y ser responsables con aprender y estudiar; hay que llenar la mente con mucho conocimiento; mientras más, mejor; así podremos competir contra los demás; debemos prepararnos para lograr este mundo que tanto deseamos y nos da vida; todos debemos colaborar. Todo debe ser utilitario y todo debe hacerse con sentido de utilidad; hay que sacarle provecho al suelo, a la naturaleza a los animales y por supuesto, al hombre; extraerle de sus entrañas su trabajo. No se debe desaprovechar ni un milímetro cuadrado; todo debe ser rentable, y para ello uno debe prepararse, estudiar y competir.
  El prójimo es el blanco y se le debe disparar sin compasión. ¿Quién, con sentido de honestidad, se atrevería a desmentir esta afirmación?.  ¿Quién se atrevería?.    

 La competencia es necesaria como el alimento de cada día; sin motividad no hay energía y sin energía no hay actividad; así como del alimento y la digestión deviene el excremento, de la motividad, deseo y  trabajo deviene la lucha; es natural, los procesos naturales no deben ser discutidos, solo aceptados.

Tenemos un gran aliado: el estado que nos ayuda dándonos empleo y trabajos durante gran parte de nuestra vida. El estado está presto para ayudarnos antes que a los grupos económicos poderosos; qué más podemos pedir?.
 
Muchos odiamos a lucifer o por lo menos le tememos mucho; así me lo enseñaron desde, casi, el mismo nacer.
 
En realidad le tenemos un miedo visceral a su imagen y no a su presencia real y a sus acciones; es así, todos lo vivimos y todos lo adoramos; ¿acaso nuestras vidas no son lucifer en persona?; ¿acaso la competencia, la lucha y la ambición no son el propio lucifer?.
  ¿Sin la lucha se siente la vida y se palpa que uno esta vivo?; ¿acaso el placer y disfrute mundano no es eso?.
 
No soporto la idea de la muerte y mucho menos de la horrible  inexistencia, que muy asquerosa es; cuanto te adoro querida lucha, me das vida, te lo prometo.
 
Con todo esto y para terminar, tengo una pequeña historia que contar: mi gran amigo el panzón que me invito al campo hace un tiempo.
 
Que hermosura el primer día, el pasto, a lo lejos las viñas, el refrescante riachuelo, árboles en la pradera cercana y las adorables y pacientes vacas (como las quiero); el olor campestre era particularmente inolvidable, totalmente ajeno al de la ciudad; se mezclaban bien y dosificadamente los mas diversos olores: la fragancia de las flores, el olor del pasto, de las yerbas, de la humedad de la tierra y hasta la pestilencia de la bosta de vacas le daba el toque de buen gusto a todo el lugar.
 
La paz se apoderaba de todo, incluso de mí. Era tan relajante que paso por mi compulsiva cabeza comprar una pequeña casa campestre.
  Pues si, ese día fue inolvidable, deje atrás los apuros, las angustias, la lucha cotidiana y el bullicio citadino.
 
El segundo día transcurrió parecido al primero, salvo que entro por mi cuerpo una sensación de desgano por todo lo que me rodeaba; me parecía que ya tenía semanas en el lugar y que extrañaba algo que no sabia que era; comenzaron a picarme chispazos de ansiedad por mi pellejo, aderezados con fuertes latigazos de aburrimiento.
 
El tercer día, definitivamente me sentía mal; y cuando digo mal quiero decir que la vida se hacia insoportable,  para ser honesto; creo que entre en pánico; tanta tranquilidad me estaba haciendo daño; mi mente comenzaba a entrar en shock por la dosis tan fuerte de paz y tranquilidad que brotaba del lugar.
 
La ausencia de chismes y cotilleo me estaba afectando severamente.Tenia una enorme ansiedad que me daba nauseas y espasmos estomacales. Sentía, además,  una inmensa nostalgia por el alboroto de la ciudad, por el deporte en la tele, por las muchedumbres y conglomeraciones, por el apuro cotidiano, por la hediondez de la gente en racimos públicos, por los repugnantes apretujones en el tren, por hacer las cosas rápido, discutir y pelearme con el vecino y sobre todo, por luchar. En fin, añoraba a lucifer, sin saberlo. Lucifer es vida.

 Yo estaba amañado a competir y luchar desde que era joven y el apaciguado campo me lo negaba; lo digo, asqueroso campo que me daba una fuerte alergia a mi integridad.
 
Esa paz campestre me impedía sentir que estaba vivo y sobre todo que yo existía en este fiero mundo.
  Hable con mi amigo y le dije que tenia una gran urgencia en ir a  la ciudad por lo que debía ausentarme cuanto antes y, en su cara note claramente que él me había comprendido; desde el primer día.

NOTA: leer con interpretación y criterio