La verdad os hará libres la mentira, creyentes.
Muchas personas creen ser libres pero son esclavas; no de la modalidad del pasado teniendo amo, grilletes o confinado a trabajar por nada (aunque hoy en día se trabaja por casi nada). La esclavitud actual se basa en aceptar un voluminoso paquete de mentiras para lo cual nos han preparado y nosotros hemos aceptado.
Algunos podrán decir: a mí no me importa ser creyente y no ser libre, qué más da. Realmente no es importante, es verdad; lo que sí es profundamente importante es estar liberado y ser libre de las ataduras a que nos someten las creencias; y es que en ese nuevo estado se produce un cambio psicológico radical que extirpa de nuestro ser muchas aflicciones, sufrimientos y angustias de la vida cotidiana; es decir, vivir esclavizado no es importante pero liberarse, si lo es.
¿Quién nos miente y por qué le creemos?
Nos mienten desde que somos niños y quienes nos mienten no están conscientes que lo están haciendo, porque a ellos a su vez les han mentido. Esto nos lleva indefectiblemente a concluir que la cultura en la que vivimos está plagada de falsedades.
Estamos obligados a creer porque nos da seguridad y nos hace pertenecer a un grupo grande del cual estamos seguros y orgullosos como por ejemplo el grupo de nuestra religión; la creencia nos da comodidad debido a que no gastamos energías en observar y reflexionar (ley del mínimo esfuerzo psicológico). Los libros religiosos de todas las religiones tienen un alto contenido de contradicciones y son una traición a la razón; sin embargo, la esperanza es una fuerza motivadora extremadamente grande.
Muchas veces creemos ciegamente de manera maniqueista: derecha o izquierda, negro o blanco sin posibilidades de tonos grises.
El sistema nos miente y nos hace creer innumerables principios que debemos seguir por las buenas o por las malas.
El estado a través de sus burócratas nos obliga a creer y cumplir infinidad de preceptos sin lógica humana y sin justicia natural.
Los políticos nos mienten muchas veces pero nosotros les seguimos fielmente hasta ser devotos creyentes de su palabra de manera autómata.
Nuestra vida se asemeja a estar metidos en un tren del cual no podemos bajar y cuando se nos presenta la oportunidad de bajarnos en una parada, no lo hacemos.
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